Es
una mañana de un día cualquiera de otoño estoy en el huerto de la
escuela y oigo un griterío de niños que salen del aula y se van
acercando al huerto. A medida que nos van viendo nos van saludando:
¡hola Jaque! ¡hola Maria!
El
huerto está situado en una finca al lado del edificio de la escuela.
Es un terreno cedido por un señor del pueblo.
Este
huerto lo vamos llevando tres padres, entre los que estoy yo, Maria,
también Jaque y Clemente.
Veo
a los niños, junto con su maestra, Delfi, bajando por el pequeño
desnivel que lleva al huerto. Vienen todos hablando y contando cosas.
A medida que van entrando en el huerto van mirando lo que está
plantado, o no.
Y
ya situados, la maestra empieza a preguntar qué podemos ver o hacer
en el huerto. Hoy por ejemplo Jaque ha traído unas lechugas y unas
cebollas. Vamos repartiéndonos el espacio y los niños van cogiendo
las plantas y las van poniendo en la tierra para plantarlas y después
regarlas.
Una
vez acabado este trabajo, se van colocando en sitios diferentes y van
viendo las plantas que ya han nacido, también las que hemos sembrado
nosotros, los padres, sin que ellos estuvieran.
Y
van tomando apuntes para luego en el aula completar su “calendario
de siembras y cosechas”, e ir apuntando las cosas que están
saliendo y las que puede que hayan fallado.
También
van viendo que en el huerto no se utilizan abonos químicos.
Practicamos la huerta ecológica, y para ellos es lo más normal. Ven
sacar las hierbas a mano, acolchar la tierra para conservar su
humedad, y bichitos que nos ayudan con el pulgón... También nos
“peleamos” con los caracoles y las babosas que a veces se nos
comen la lechuguitas.
Otros
días también han estado midiendo el tamaño de las calabazas y de
los tomates. Apuntando todo tipo de plantas aromáticas y flores que
hay en el huerto. Y recogiendo la cosecha de sandías, que este
verano solo fueron dos, una grande y otra más pequeñita.
Con
las que practicaron los pesos, medidas y después la degustación,
comiéndoselas muy a gusto.
Normalmente
vienen en grupos separados por las dos aulas que hay en la escuela,
una la de primaria, con su maestra Delfi y la otra de infantil, con
su maestra Rosa.
Los
más pequeños cuando bajan primero tienen que controlar el no correr
o pisar las plantas del huerto. Uno de los días que bajaron los
pequeños, después de sembrar unas habas, nos pusimos a ver unas
orugas que se estaban comiendo una ruda. Las orugas eran de colores
verde, amarillo y rojo y les encantaron a los niños que se las
llevaron para ver si se convertían en mariposas. Otro día vinieron
a recoger las uvas con las que después hicimos mosto en la escuela y
todos degustaron ese líquido morado que les encantó.
En
el huerto aprenden la diferencia entre una cebolla y un puerro.
Aprenden a recoger los frutos. Por cierto, al lado del huerto tenemos
un árbol de Caqui, y cuando estuvieron maduros, con los niños más
mayores y algunos adultos más, organizamos la recolecta de los
caquis, con cañas, rastrillos y cestos para colocarlos bien en unas
cajas. Y después con estos caquis, en el taller de cocina hicimos
una mermelada que vendimos en el mercadillo mensual que se hace en
Olba, junto con los caquis maduros que nos quedaron.
El
huerto es un gran aprendizaje para los niños, en el se puede
aprender la alquimia de la vida, casi todas las materias que
pueden dar en la escuela las podríamos ver en un huerto.
Y
aquí en Olba, con unas maestras y unos padres implicados queremos
que los niños vivan la tierra, y vean que todo puede salir de ella.
Y como resaltó Clemente en un reportaje que nos hicieron del huerto
en el Diario de Teruel: “es muy importante que los niños sepan
cultivar, el valor que tiene la tierra. Tan importante es que
conozcan los alumnos cómo utilizar la azada como el ratón del
ordenador. Todo viene de la tierra. Siguiendo las enseñanzas del
físico, educador y ecologista F. Capra”.
Y
ya después del rato pasado en el huerto, los niños recogen sus
cuadernos, si es que los han traído, y vuelven a subir el desnivel
que los lleva a la calle de vuelta a la escuela.
¡Adiós
Jaque!, ¡Adiós Maria! (este día no estaba Clemente) Y se van con
su griterío alegre para el aula.
El
huerto se queda en silencio, quedan las plantas que han puesto los
niños y queda su alegría, y alguna que otra goma o libreta olvidada
….
Maria
Niubó. Huerto escolar de Olba, 19 de noviembre de 2013.
Artículo publicado en el Blog de Heike Freire "Educar en Verde"
Artículo publicado en el Blog de Heike Freire "Educar en Verde"